Corea del Norte es un régimen estalinista hereditario que acaba de elegir a Kim Jong-un, El Brillante Camarada, un joven cercano a los 28 años, para que dirija en el futuro un país convertido en una inmensa cárcel para la mayoría de sus 24 millones de habitantes. No hay derechos, ni libertad de expresión, reunión y manifestación. Tampoco una red sanitaria en condiciones ni escuelas que enseñen algo de provecho más allá de ensalzar a Kim Jong-il, El Querido Líder.
El adoctrinamiento de los súbitos, que no ciudadanos, es absoluto, desde el nacimiento hasta la muerte. Un Gran Hermano orweliano permanente. No existen grietas ideológicas aparentes ni visibles y aquellos que se permiten el lujo de la duda acaban en campos de internamiento. En las hambrunas de los noventa murieron millones de norcoreanos. Nadie tiene acceso a otra información que la suministrada por el régimen. En Corea se venden aparatos de radio y televisión con las frecuencias bloqueadas para que solo se puedan escuchar las emisoras oficiales. Sintonizar la BBC o La Voz de América es alta traición. Está prohibido salir de la aldea de residencia sin permiso oficial. La actual carestía ha forzado un avance, que lleva a John Simpson (gran reportero de la televisión pública británica) a preguntarse si Pyongyang ha optado por el modelo chino de apertura. Un ejemplo: la policía es ahora permisiva con los campesinos que venden sus productos en las calle para subsistir.
Las ONG de derechos humanos calculan que más de 250.000 personas viven en campos de reeducación o de internamiento. Entre 250.000 y medio millón de norcoreanos han escapado o tratado de escapar hacia China, el protector último del régimen. En Corea del Norte es obligatorio portar en el pecho un pin rojo con el rostro del líder Kim Jong-il o de su padre, Kim Il-sung. Un delito grave se llega a pagar durante tres generaciones. Hay personas encarceladas hoy por algo que hicieron sus abuelos. La arbitrariedad es absoluta porque eso es la esencia del miedo.
El último régimen estalinista es, además, el primer país comunista gobernado por una familia real que se sucede a sí misma. Kim Il-sung, El Supremo Líder, fundó en 1945 la República Popular de Corea del Norte en su versión actual. En 1980 escogió a su hijo Kim Jong-il (el actual jefe), que debió esperar hasta 1994 para asumir el poder pleno a la muerte de su padre.
Ahora Kim, visiblemente desmejorado tras sufrir un infarto hace dos años, prepara a su hijo menor, Kim Jong-un, para una eventual sucesión. Según Georgina Higueras, experta de El País en asuntos asiáticos, el hijo estaría tutelado por su tío Jang Song-taek, de 64 años, casado con la hermana del Querido Líder, Kim Kyong-hui. En el proceso de sucesión tendrá un peso decisivo el Ejército, garante de las esencias.
Aguas Internacionales.