La solución de los dos Estados, que se proclama como objetivo en todas las conversaciones entre el Estado de Israel y los Territorios Palestinos, sean de pre-paz, de paz o por el que dirán, está condicionada por los asentamientos judíos. Las que se desarrollan ahora en el balneario egipcio de Sharm el Sheij no están destinadas a poner fin a esas colonias ilegales en un territorio ocupado, y que las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU exigen devolver, sino a convencer al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de que prolongue la congelación de nuevas construcciones. Si mantiene el parón, su Gobierno, compuesto por partidos que se mueven de la derecha nacionalista a la ultraderecha radical, puede caer. Si construye desafiará a Barack Obama y a la comunidad internacional. El escenario no es nuevo.
La política de un paso adelante y dos atrás está logrando sus frutos. Según B’Tselem, Israel tiene control sobre el 42% de Cisjordania con el 1% construido. Los colonos lo reducen al 9,2%. Los asentamientos de Gaza y Cisjordania (ya abandonados) comenzaron en 1967, tras la Guerra de los Seis Días. Diez años después eran 31 con 4.400 habitantes. En 1987 ascendieron a 110 con 57.900 colonos. En 1997 alcanza los 122 asentamientos con una población de 152.277 personas. Hace tres años, el número de colonos alcanzó los 276.462. El último dato disponible es de 2009: 301.200 colonos. A estos hay que sumar los 248.000 de Jerusalén Este. Total: 459.200. El mayor crecimiento se produce desde los Acuerdo de Oslo firmados en 1993. Con una mano se negocia, con otra se crea una realidad difícil de negociar.
Descarrilados los Acuerdos de Oslo, atrancada la Hoja de Ruta, el movimiento colono, que está en el centro de la política de Israel, crece y enraíza sus posiciones en una tierra que según la legislación internacional no es suya. Cada colonia lleva pareja seguridad, militares, controles, muros de hormigón, carreteras solo para israelíes convirtiendo la supuesta tierra palestina en un queso gruyère ingobernable. Puede que ese sea el objetivo final: máximo territorio, mínima población palestina.
El Gobierno encabezado por Netanyahu acepta la congelación de nuevas colonias, pero reclama el derecho a «un crecimiento natural» en las existentes. Es la puerta trasera de la colonización continúa.
Aguas Internacionales. Sr. Ramón Lobo.