Regresan las fronteras a Europa. Alemania anunció esta semana su intención de limitar la residencia de ciudadanos comunitarios que no consigan un contrato de trabajo en menos de seis meses.
La decisión de la locomotora europea se suma a la de otros Estados como Reino Unido, Bélgica o Suiza, dejando la libertad de circulación de personas como un puñado de buenas intenciones. Juntos, estos países firman un acuerdo tácito en materia de inmigración en Europa, que respeta el tenor de la directivas comunitarias, pero choca con la idea de ciudadanía europea que estableció el Tratado de Maastrich. En palabras del Gobierno alemán se trata de evitar «la inmigración de la pobreza».
A pesar de que la medida se tomó por «la llegada masiva durante los últimos meses de rumanos y búlgaros», afecta a muchos españoles. Un total de 6.592 se encontraban en paro en Alemania al cierre del mes de febrero, un 24% más que en las mismas fechas del año pasado. Silvia Núñez, filóloga inglesa, inmigrante española en Alemania ahora de vuelta en España recuerda que tardó más de seis meses en conseguir su primer empleo en el sector de la hostelería. «No es tan fácil como parece. Depende de tu profesión y de si tu alemán es bueno. Sino es complicadísimo».
Bélgica
Precisamente desde Bruselas, capital de la UE, se tomó la decisión de expulsar a 2.712 ciudadanos comunitarios el año pasado por ser «una carga excesiva para el sistema de Seguridad social». Según datos de Extranjería, 323 de ellos eran españoles, siendo la tercera nacionalidad que más han padecido el efecto de esta medida, junto a búlgaros o rumanos. Tal y como contempla la directiva comunitaria, si tras tres meses de residencia en Bélgica no se demuestra que o bien se posee un contrato de trabajo, o se tienen los medios suficientes para vivir o se está buscando empleo de forma activa, las autoridades pueden borrar a ese ciudadano de los registros oficiales.
La «expulsión» a la que se sometió a esas personas dista mucho del protocolo habitual. No se trata de meterlas en un avión y mandarlas a su país. Nadie puede pararlas por la calle y quitarles su documentación. Simplemente se les impide operar en el país. Se les niega el acceso a cualquier prestación social, como sanidad o educación o incluso la posibilidad de firmar un contrato de arrendamiento.
Reino Unido, en el mismo camino
Según publicaba ABC esta semana en su edición en papel, en noviembre el gobierno de David Cameron anunció que las autoridades deportarían a «a quienes mendiguen o duerman en la calle», sean o no ciudadanos comunitarios. Un mes después, el ministerio del Interior ponía sobre la mesa la posibilidad de establecer una cuota anual máxima de 75.000 inmigrantes comunitarios para acabar con la «acumulación de tensión social».
La medida contaría con la aceptación social del pueblo británico. El 77% disminuiría la inmigración y un 56% es partidario de «reducirla mucho».
Según las últimas decisiones del Ejecutivo, los inmigrantes comunitarios no podrán percibir paro pasados seis meses si no demuestran que tienen «un empleo en perspectiva». Además, deberán demostrar que ganan al menos 150 libras semanales para poder acceder a los subsidios sociales y no podrán solicitar ayudas pasados tres meses de su llegada.
Suiza cierra fronteras
Hace apenas dos meses, la extrema derecha helvética ganó una lucha que llevaba persiguiendo 40 años: establecer cuotas de entrada para extranjeros. Un 50,34% de los votantes aceptó el restablecimiento de contingentes a la inmigración durante los próximos tres años mientras que un 49% la rechazó. La aprobación de esta medida perseguida por la Unión Democrática de Centro (UDC) ha causado un verdadero seísmo político en el país, deteriorando las relaciones políticas con la UE.
Desde entonces, Europa usa las armas a su alcance para evitar que Suiza se vaya por su lado. Amenaza con suspender las negociaciones en el acuerdo eléctrico, los tratados en de I+D, o el Erasmus para los jóvenes suizos. Francisco Ruíz Vázquez, presidente del Consejo de Residentes españoles, considera que en realidad hay poco que hacer: «Cada vez que Suiza ha hecho lo que le ha dado la gana, Europa ha transigido». Además, en este caso, es la propia Europa la que en lo que a inmigración se refiere, está haciendo lo que le da la gana.
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