Colombia se ha convertido, por su posición geográfica en la esquina norte de Suramérica, en un punto de tránsito de las mafias que se dedican al tráfico de ciudadanos extranjeros irregulares de Cuba, países asiáticos y africanos hacia Estados Unidos.
El punto caliente de este tráfico está en la zona de Urabá, cerca de la frontera con Panamá, donde todas las semanas son interceptadas en el mar Caribe precarias embarcaciones repletas de inmigrantes que buscan llegar al país del istmo para luego seguir por tierra su aventura hacia Norteamérica.
Según un informe de Migración Colombia, la agencia oficial que se encarga de controlar la circulación de personas por los pasos fronterizos, entre 2012 y marzo de este año, 4.527 extranjeros irregulares han sido víctimas de bandas dedicadas a este negocio.
Pese a que no se trata de un fenómeno nuevo, la actividad de estas mafias se ha incrementado en los últimos meses, como lo comprueban los datos de Migración Colombia -EXTRANJERÍA-, según los cuales sólo en el primer trimestre de este año fueron descubiertos en el país 1111 extranjeros sin la documentación en regla.
El director general de Migración Colombia, Christian Krüger Sarmiento, dijo a Efe que “el país es utilizado como lugar de tránsito por las redes dedicadas al tráfico de migrantes debido a su posición geográfica” ya que es más fácil llegar a Panamá por vía marítima a través del golfo de Urabá, para luego alcanzar México, Estados Unidos o Canadá.
Los países de procedencia de la mayoría de los inmigrantes irregulares detenidos en Colombia son Cuba, Nepal, Somalia, Bangladesh, Pakistán y Ghana, según los datos oficiales.
Los cubanos representan el contingente más numeroso, pues en los últimos tres años fueron detenidos 1994 de ellos, mientras que los nepalíes suman 456.
La mayoría de los inmigrantes irregulares ingresan por la frontera con Ecuador ya que, al menos en el caso de los cubanos, ese país no les exige carta de invitación para ingresar en su territorio, desde donde atraviesan Colombia de sur a norte escondidos en autobuses hasta llegar a Urabá.
El coste de una aventura de este tipo no es barato, pues según las autoridades, estas personas pueden pagar a las mafias hasta 40.000 dólares, dependiendo del país de origen y del medio de transporte que les suministren.
“Hay que recordar que estas personas no son delincuentes, son víctimas de organizaciones delincuenciales transnacionales y como tal, deben recibir ayuda y asistencia humanitaria, mientras se define su situación migratoria”, afirmó Krüger.
Una vez los ilegales son detenidos por barcos de la Armada en alta mar, se les conduce generalmente hasta el puerto de Turbo, en el departamento de Antioquia (noroeste), donde reciben atención médica, agua y comida y luego son entregados a Migración Colombia.
La tarea no es sencilla para los agentes porque los extranjeros suelen viajar indocumentados, ya que las mafias a las que han pagado miles de dólares por conducirlos a una “nueva vida” suelen retenerles la documentación, con lo cual la identificación comienza por tratar de establecer su nacionalidad con base en la declaración que dan a las autoridades.
Ser interceptados en alta mar en algunos casos puede ser una tabla de salvación para los inmigrantes ilegales pues al estar a merced de las mafias de trata de personas en un país que no es el suyo y, en el caso de los asiáticos o africanos sin hablar una palabra de español, pueden ser sometidos a tratos inhumanos físicos y psicológicos, estafados o explotados sexual y laboralmente.
Las autoridades atribuyen el aumento de las interceptaciones en el mar de lanchas repletas de inmigrantes a la ofensiva lanzada en los últimos meses en la zona contra la banda criminal Clan Úsuga, que opera en la región de Urabá, lo que ha reforzado la vigilancia contra el narcotráfico en aguas colombianas, acciones en las que detectan las embarcaciones con extranjeros ilegales.
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