El llamado Reloj del Juicio Final (Doomsday clock), que representa en «minutos para la medianoche» cuánto le queda a la raza humana para su destrucción total, se ha retrasado un minuto. El mecanismo fue creado en 1947 por la mesa de directores del Boletín de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago. En sus primeros sesenta años, el reloj ha tenido un total de dieciocho movimientos, alejándose y acercándose de la medianoche, de acuerdo a la situación política, científica y militar a nivel global. Desde el año 2007, hemos permanecido a cinco minutos de la medianoche, pero hoy, jueves 14 de enero, el reloj ha cambiado la posición de sus agujas y, para beneficio de la Humanidad, se ha retrasado un minuto. Ahora, quedan seis minutos para ese supuesto final apocalíptico. La decisión, para la que se ha consultado a 19 premios Nobel, ha tenido en cuenta los progresos mundiales contra el cambio climático y las armas nucleares, dos de las grandes amenazas del planeta.
Un cambio histórico
La junta del Boletín de Científicos Atómicos ha anunciado su decisión en Nueva York y ha transmitido el cambio en el minutero en directo, ante los ojos de los internautas de todo el mundo. El reloj ha sido retrasado porque «estamos a punto de cambiar la Historia hacia un mundo libre de armas nucleares. Por primera vez desde que las bombas atómicas fueran lanzadas en 1945, los líderes internacionales están cooperando para reducir sus arsenales», han explicado los portavoces de la junta. Además, «por primera vez, los países industrializados y en desarrollo se han comprometido de forma conjunta a limitar las emisiones de gases que provocan el cambio climático y que podrían hacer de nuestro planeta un lugar casi inhabitable». Quizás esta última afirmación sea demasiado optimista, teniendo en cuenta los pésimos resultados de la cumbre de Copenhague.
El Reloj del Juicio Final fue creado en el año 1947, en plena Guerra Fría, y apenas dos años después de que los aliados derrotaran de forma definitiva a las fuerzas del Eje. Americanos y rusos, quienes fueran aliados en su lucha contra los nazis, vieron cómo su relación bilateral se deterioraba rápidamente. Con el elemento nuclear dentro de la ecuación, la capacidad de la raza humana para aniquilarse a sí misma había aumentado de forma drástica.
Como horario inicial, la junta de directivos del Boletín decidió colocar las agujas en siete minutos para la medianoche. Los movimientos del reloj fueron estimulados principalmente por la actividad nuclear de las potencias durante los primeros años. En 1949 el tiempo se redujo a cuatro minutos, luego de que los rusos detonaran su primera bomba atómica. Sin embargo, el momento más crítico del reloj llegó en el año 1953, en el que con una diferencia de sólo nueve meses, ambas potencias lograron desarrollar y probar sus primeras bombas termonucleares. El reloj había sido colocado a sólo dos minutos de la medianoche.
Momento más crítico
Así permaneció durante siete años hasta 1960, regresando a siete minutos, e incluso alcanzando los doce en 1963. Durante ese período quedó en claro que el reloj no había sido concebido para registrar cambios de poca duración. La Guerra Fría tuvo uno de sus momentos más críticos durante el mes de octubre de 1962, con Rusia instalando misiles nucleares en territorio cubano. Durante la duración del conflicto, el reloj no registró cambios, y se mantuvo en doce minutos. Otro punto crítico fue durante 1984, cayendo a tres minutos debido a un aumento en la carrera armamentista entre ambas potencias, mientras que en 1991 alcanzó su punto más alejado gracias al tratado START de reducción de armamento nuclear entre Estados Unidos y Rusia. Este tratado expiró en diciembre pasado, y puede ser uno de los tantos puntos de influencia para el cambio de hora que se llevará a cabo durante el día de hoy.
Con la amenaza nuclear un poco más alejada, la mesa de directores ha tomado en cuenta otros elementos que puedan llevar a la destrucción de la raza humana, como cambios climáticos. Los mejores resultados nos han dejado a seis minutos de la medianoche. Quizás podamos ser algo más optimistas sobre nuestro futuro.
ABC.