Obama viste bien. Así lo acreditaba la revista Esquire, que le calificaba como uno de los hombres mejor vestidos del planeta. Pero lo que realmente me llama la atención es cómo viste (y usa) sus impecables y omnipresentes camisas blancas, sólo sustituidas ocasionalmente en verano. Nada hay más básico y previsible que una camisa blanca pero Obama las viste con el estilo adecuado para cada ocasión en las cuatro opciones posibles: con y sin corbata, con y sin chaqueta. Y nunca tienes la sensación de repetición o sobre exposición. Está trabajando un icono estético como parte de su estrategia de comunicación. Su look es parte de su política. Obama quiere conectarse emocional y estéticamente con los Kennedy y, en particular, con Bob Kennedy. Bob se arremangaba los puños y las mangas de sus camisas (siempre blancas, también) con la misma soltura y desenfado con que lo hace Obama. Las similitudes van más allá del vestuario. La capacidad de comunicación, la fascinación del público que le rodeaba, la alegría desbordada e ilusionada de las personas (de todas las razas y condición) por saludarle, por tocarle, la sonrisa permanente que le iluminaba la cara… Las fotografías de hace cuarenta años reflejan la misma emoción del momento histórico que las miles de imágenes que Obama nos ha ofrecido a lo largo de esta apasionante campaña de primarias y presidenciales.
Obama es consciente de la importancia de la moda, del estilo en el vestuario. Y de la capacidad de seducir con formas y arquetipos estéticos y culturales que conecten con la mayoría social que quiere representar. Para ello se ha rodeado de expertos, de asesores y también de iconos del star-system, de hombres que son reconocidos por su arte y por su atractivo.
Los electores valoran el buen gusto y la idoneidad en el vestuario de nuestros políticos, así como el cuidado en el aspecto físico. Nadie quiere ser representado por quien desprecie el cuidado personal y la imagen pública. Cuidarse y vestirse con estilo es la manera más respetuosa de ofrecer dos mensajes al elector: te represento y me cuido (mi imagen es la tuya); y represento a mi país (o a mi ciudad, o a mi comunidad) y compito con otras imágenes, por ello también cuido mi aspecto. La neuropolítica nos indica que la belleza (el atractivo global, el estilo…) forma parte de las decisiones de los electores. La simpatía y la sonrisa con claves para el éxito político y electoral.
Pero, ¿cuál es su secreto? Él mismo ha reconocido no tener en su armario más de cuatro pares de zapatos, y sus trajes de dos botones, casi siempre cortados a la medida y perfectamente encajados, no salen de la escala normal de grises y tonos oscuros. Camisas blancas y corbatas sin estridencias son algunas de sus otras máximas a la hora de seguir un decálogo de vestimenta. La diferencia, como siempre, en los detalles: cuellos de camisa de corte moderno, que estilizan la silueta, nudos de corbata menos convencionales que los de sus adversarios, ropa de sport relajada y cercana, y, en general, un aire mucho más casual y distendido, diferente de cualquier otra figura política de su tiempo, son las claves del carismático “look Obama”.
Viste con preferencia trajes, que son más representativos que las americanas, y de tonos oscuros que confieren más carácter a la imagen. Las camisas siempre blancas que, además de favorecer a su tono de piel, transmiten una imagen aséptica. Las corbatas de color vitalista, pero casi siempre lisas o con dibujo discreto. Varía sus trajes, muy bien confeccionados a medida, pero sobre los mismos colores. En un líder político resulta aconsejable porque transmite coherencia de imagen.
La primera impresión que produce el conjunto de su persona, es de una gran seguridad y autocontrol. Cualidades imprescindibles en un representante institucional del máximo nivel.
La mirada es clara y serena. Viene bien aquí observar que muchos “vendedores de humo”, políticos o no, ponen todo el énfasis en sus argumentos verbales, siendo traicionados inconscientemente por una mirada esquiva y nerviosa.
La actitud erguida y determinada, le aporta nobleza.
Su sonrisa es franca, comedida y fácil.
El tono vital, relajado, transmite seguridad y calma.
La agradable resonancia de su voz junto a su admirable autocontrol, me llevan a pensar que muy posiblemente practique respiración diafragmática, similar a la respiración yoga.
Me parece interesante en este punto comentar que, salvo cuando dormimos, tendemos a respirar utilizando solamente la parte superior de nuestra capacidad torácica, dejando de intervenir la parte inferior y limitando así la cantidad de oxígeno aportada a la sangre. Como el oxígeno actúa directamente en el sistema nervioso, cuando aumentamos su aportación utilizando la parte inferior pulmonar conseguimos una mayor relajación y autocontrol. También aumenta la potencia y resonancia de la voz, al ejercitar el diafragma por medio de la respiración profunda, muy utilizada por actores, conferenciantes y personajes públicos.
La mejora de la fonética resulta muy recomendable porque, si como alguien dijo “La espada del hombre moderno es la palabra”, la voz es el temple de su acero.
También es muy positiva la coherencia entre sus canales naturales de comunicación; palabra, mirada, gesto e indumento. Esto resulta fundamental en un político para conseguir credibilidad.
Utiliza con frecuencia las manos hacia delante transmitiendo transparencia.
Por todo ello, Obama resulta un presidente con una imagen casi perfecta para los EE.UU. del siglo XXI.
Pero creo que en esta “radiografía” también conviene apuntar los aspectos que posiblemente se podrían mejorar.
Creo que a pesar de tener un discurso potente, su dinámica es un poco escasa: existe una relación directa entre dinámica y liderazgo. Si nos observamos a nosotros mismos, cuando hablamos de temas que conocemos bien (en los que nos consideramos líderes) aumenta nuestra dinámica. Cuando lo hacemos sobre temas que desconocemos, disminuye. Los grandes oradores utilizan todo el cuerpo para transmitir más.
Su perfecto autocontrol, a veces puede confundirse con una personalidad emocionalmente fría.