Nuevo Secretario General de la Liga Árabe

El ministro de Asuntos Exteriores egipcio conversa con su homólogo de Qatar
Las revoluciones que enterraron los regímenes de Túnez y Egipto se dejaron sentir este domingo en la Liga Árabe, conocida hasta ahora por ser un exclusivo club de dictadores. Sus países miembro eligieron por unanimidad al actual ministro de Exteriores egipcio Nabil Al Arabi, de 76 años, como nuevo secretario general de la organización panárabe.
Una ovación precedió al nombramiento del sucesor de Amro Musa, quien después de una década al frente de la Liga Árabe abandona este domingo el puesto para iniciar su carrera como candidato en las elecciones presidenciales egipcias, previstas para finales de este año.
Con anterioridad, Musa había rechazado mantenerse en el cargo unos meses más, como le sugería Arabia Saudí en una suerte de tiempo de gracia a la espera de que las revueltas se calmaran, la tempestad amainara y el clima fuera más propicio para la votación.
Antes de iniciarse la reunión extraordinaria de ministros árabes, celebrada en El Cairo, la delegación egipcia decidió sustituir su candidato inicial, el diplomático retirado y ex parlamentario Mustafa El Fiqi -criticado por su pertenencia al derrocado régimen de Mubarak- por Nabil Al Arabi, quien asumió la cartera de Exteriores hace dos meses, tras la caída de la dictadura y en relevo del impopular Ahmed Aboul Gheit.
El cambio de última hora llevó a Qatar a retirar al otro candidato en liza, el diplomático Abdulrahman Al Attiyah, ex secretario general del Consejo de Cooperación del Golfo. Una decisión que dejó vía libre al nombramiento de El Arabi.

Un diplomático que respaldó la revolución

“Asumo esta responsabilidad difícil mientras el mundo árabe afronta muchos problemas”, declaró Al Arabi tras su nombramiento. El nuevo jefe la Liga Árabe, licenciado y doctorado en las universidades de El Cairo y Nueva York respectivamente, fue representante de Egipto ante la ONU desde 1991 hasta 1999 y juez de la Corte Internacional de Justicia de La Haya entre 2001 y 2006.
Al Arabi, protagonista de la postrevolución egipcia al formar parte del Gobierno de transición, no tomará las riendas de la organización hasta dentro, como mínimo, de ocho semanas, cuando se nombre a su sucesor al frente del ministerio de Exteriores.
Su breve paso de por el nuevo Gabinete le había granjeado una alta tasa de aprobación popular. Durante la revolución, contribuyó a la creación del Comité de Sabios, que hizo públicas las demandas de Tahrir, epicentro del cambio. Al conocerse su candidatura a la Liga Árabe, cientos de manifestantes celebraron en la venerada plaza la noticia al grito de “Viva Egipto, viva Al Arabi”.
Su última declaración pública se había producido poco antes del inicio de la reunión de la organización panárabe. En un comunicado, Al Arabi denunció la “represión” israelí de las protestas pacíficas organizadas para conmemorar la Nakba (catástrofe, en árabe), jornada en la que los palestinos en todo el mundo recuerdan su exilio y la pérdida de sus hogares tras la fundación del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948. Y atribuyó a Israel la responsabilidad en el empeoramiento de la situación en los territorios palestinos.

El desafío de la primavera árabe

Desde su fundación en 1945, la secretaría general de la Liga Árabe ha sido ocupada por cinco egipcios y un tunecino. Su flamante séptimo jefe, Nabil Al Arabi, se hace cargo de la institución con la región sacudida por una insólita primavera de libertad.
El diplomático tendrá que afrontar las complejas transiciones de Túnez y Egipto y lidiar con el conflicto libio, que alcanza su cuarto mes sin que la intervención de la OTAN haya logrado avances significativos contra Muamar Gadafi. El pasado 12 de marzo la decisión de la Liga Árabe de respaldar el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre Libia allanó el camino a las operaciones aliadas.
Además, Al Arabi tiene un ingente trabajo por delante con el incierto futuro del resto de revueltas. La represión de los levantamientos populares en Bahréin, con la complicidad de sus países vecinos, Yemen y Siria o las protestas en Marruecos son para del legado irresoluto de Amro Musa. Tras su sorpresiva elección, Al Arabi confesó no llevar un discurso preparado. “El mundo árabe está pasando por muchas crisis. Debemos permanecer juntos y encontrar soluciones”, agregó.
Agencia EFE. El mundo

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